Hoy amanecí cubierta de niebla, cubierta de polvo… Hoy la lluvia se desliza lenta entre los balcones, entre los sueños, entre las remotas grietas de las taciturnas horas…
Hoy unos ojos cansados recorren paisajes vacíos, mientras el alma silenciosa reposa sobre el hielo de la calle… Tan cerca de nada, tan ausente de mí, revoloteando en el anacronismo de mi propia existencia, silenciosa, casi marchita, abro los ojos pero sigo sin despertar, sumergida en este abisal mar que me consume…
¿Qué es esta pesadez que mi pecho alberga y mis ojos desconocen? ¿Qué nombre le debo dar a esta sensación sin nombre?
La tinta derramada, el café frio, la vida que pasa mientras yo, impasible, observo como las lineas en mi piel se hacen más profundas y el fulgor del alma más superficial…
Poco a poco van pereciendo las velas de mi noche oscura, dejando el acervo sinsabor en los labios, el amargo tacto del tiempo perdido, la sofocante congoja del aprendizaje a fuerza, el silencio omnipotente de hallarse perdido entre el estruendoso transitar de los segundos… Hoy soy la niebla que me consume… Hoy soy mi propia oscuridad…