Me gusta revolotear entre anaqueles de libros viejos, libros de segunda, pasar las horas de tardes grises recorriendo uno a uno sus espacios colmados de luz y sombra, disfruto ese silencio de somnolienta revolución, de agudizada melancolía. Sentir entre los dedos como se deslizan sus amarillentas páginas, casi marchitas de tiempo, ojearlos lentamente, saborear esa crónica inédita que esconde entre sus pastas.
Me gusta fundir mis horas en ellos, sentir ese exquisito olor a historias que queda en el ambiente, el perfume de las letras concentrado entre mis manos, me gusta observarlos durante horas e ir cual diminuto insecto que recorre jardines, saltando de uno a otro, exprimir sus prólogos y sus nombres, imaginar otros relatos con su arcaica apariencia.
Me gusta perderme entre nostalgias ajenas, devorar esa ausencia autoinducida de submarino literario, dejarme arrastrar hasta el fondo de la fábula para luego despertar entre lágrimas de papel. Delinear los párrafos con ráfagas de asombro, deslizarme torpemente sobre el borde de las letras (y caminar despacio, tan ajena de mi, tan colmada de fantasmas)… Lamer las palabras y devorar sus siluetas en una bocanada de desvencijada vida… Me gusta perderme entre súbitos meandros, atravesar sus laberintos de suertes escondidas, amar hasta el más ínfimo punto (aquel que perdió la maquina al estallar el verso), deshojar sus letras una a una, desdibujarlas y reacomodarlas a mi antojo, arrancar con violencia la realidad de mis ojos y perderme entre sus ríos de nadas irreales para deambular entre los túneles de sueños olvidados.
Y vuelvo y traspaso esa puerta etérea, y cabalgo fugaz entre las letras de su historia, imagino paisajes que solo el sueño puede contener, camino devastada por la fuerza del susurro y otras lo hago con la fuerza del escrito, y a ese punto no sé si soy una historia mas, quizás un viejo verso, un cuento eterno que cree ser real o si soy una liviana realidad que un día creyó ser historia.
Y es que las letras son el escenario donde se materializan los sueños, donde se dibujan las sombras de aquello que no veo, pero donde veo las sombras de lo que quizás no existe. Por que leer es el ejercicio de soñar despiertos, es un ballet de tinta emergiendo del papel, es un árbol-historia, la saciedad de no ser… Mas si se agotaran las sombras, se desvanecieran los fantasmas, se aniquilaran los fuegos nocturnos donde se da vida a las mágicas narraciones donde quisiera habitar, aún quedaría el recuerdo, una taza humeante de café, un lápiz, un papel y una palabra verso, una palabra tierra, una palabra viva que todavía puede gritar el silencio de las voces en solemne ceremonia, la espera taciturna de una vida aún no escrita, el cuento infinito de todavía respirar, la insaciable melodía de aquel que siempre espera al abrigo de la lluvia la aparición repentina de una nube mas. Y es que siempre habrán letras con sus amantes furtivos, por que el hecho de estar vivos ya es una obra literaria y toda vida posee un cuento digno de contar, porque detrás de la máscara, detrás de la absurda cotidianidad se oculta tímido un mundo más allá del real, la verdadera risa detrás del cristal… Por eso amo las letras y sus diáfanas polillas, por que la tinta es verso en esencia, por la pasión que despierta el oficio de leer y la embriagadora libertad que dejan las letras al pasar…
Me encantó que bueno que abriste este blog 😀
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Que bueno que te guste Karen!!!
🙂
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CON TU PERMISO LO PUBLICARE….JAMAS HABIA ENCONTRADO UN TEXTO QUE PLASMARA TAN CERCANAMENTE MI AMOR A LA LECTURA….MARYCHUELA LESMES ERES ¡¡LA MEJOR!!
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Graaaacias!!!! y por supuesto mi Cami, compartelo cuantas veces quieras jeje 😀 😀 !!!! Abrazos y que vivan las letras!!! 😀
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